Comentario
Aunque Yusuf ibn Tasufín vivió buena parte de su vida en Marrakech, no cabe duda de que el continuo contacto que tuvo con al-Andalus desde que cruzó por primera vez el estrecho de Gibraltar en 1086 jugó un papel importante en la evolución de su ideología. Sus grandes ciudades, Córdoba, Sevilla, Málaga y Valencia, seguían siendo centros de actividad intelectual, literaria y teológica, y Alí ibn Yusuf mandaba a al-Andalus a sus hijos a educarse con los grandes maestros y alfaquíes. A los escritores y poetas andalusíes recurrieron los almorávides para su correspondencia y de ésta se han conservado algunas cartas escritas todas por andalusíes.Mención aparte merecen los alfaquíes andalusíes, que fueron los primeros en legitimar con sus fatwas su decisión de abolir las taifas y a ellos tuvo que recurrir Ibn Tasufin desde el primer momento. Con ellos entró en contacto con un malikismo tan severo, austero y anclado en el estudio de la jurisprudencia como el que él había conocido al principio de su emirato junto al fundador del movimiento, Abdallah ibn Yasin. Por otro lado, los alfaquíes malikíes, con la llegada a la Península de estos militares religiosos, volvieron a jugar el papel que les correspondía en la sociedad musulmana.Al asumir el trono, Alí ibn Yusuf se volcó más en los asuntos religiosos que en los de gobierno, dejando buena parte de las decisiones políticas a los alfaquíes, que manejaron las riendas del poder a su antojo. Esto provocó un decaimiento en los rigurosos comienzos ideológicos sobre todo porque, viendo que para seguir gobernando necesitaban mantener la guerra contra los cristianos, los almorávides no tuvieron más remedio que aumentar las cargas fiscales, cayendo en los mismos impuestos ilegales que habían criticado a los reyes de taifas.Los andalusíes, tal vez por sentido nacionalista contra estos beréberes o por los atropellos que cometía el ejército almorávide en las ciudades, o por la represión intelectual y religiosa a la que se vieron sometidos, provocaron el brote de una serie de focos rebeldes que terminaron por alzarse en autonomías, las segundas taifas. Sumando a esta situación interna en al-Andalus la revuelta organizada en Marrakech por el fundador del movimiento almohade, Ibn Tumart, el movimiento almorávide fue perdiendo el prestigio y la fuerza que poco antes favorecieron su formidable expansión.